Algo pronto para salir a correr por la tarde, pero hay que irse habituando paulatinamente al calor que se aproxima. Así que provisto de una buena reserva de líquido elemento he salido hacia las 18:30 por esos caminos de dios, más concretamente por los caminos que van de Cabrerizos a Moriscos pasando cerca de Aldealengua.
Saliendo con Pachín no hay problema. Te lo calzas y a correr. Desde el final de Cabrerizos por los caminos de siempre, el ritmo estaba lento. Mejor, con el calor no conviene apurar. La cuesta de Las Caenes se sigue atragantando. Al coronar hay que recuperar un momento, retomar ritmo y enfilar. Gracias a una brisa que andaba por aquellas latitudes, no se hizo más agobiante.
El camino estaba concurrido: paseantes, ciclistas, algún escarabajo, hormigas,… En fin, los de siempre. Esta parte es más descansada pero aparecen molestias en las rodillas. Será el suelo, la pisada, el calor… La sombra de los árboles por el Arroyo de los Moriscos se agradece aunque dura poco. Decido tomar la primera desviación en el camino –por hacer algún km más- y aquí si que se hace duro.
El calor decae pero ya ha hecho mella. Llegando a Moriscos me noto agotado. Relajo la marcha, buchito de agua y en unos minutos recupero resuello. El “falso llano” de vuelta a Cabrerizos se hace en mejores condiciones. El aire de cara se agradece y estos “badenes” los conocemos bien. Decido la ruta más larga y bajo por la cuesta de las Caenes. Suave. Las rodillas… Es agradable alcanzar a los paseantes de vuelta y que antes veías dirección Aldealengua.
No ha sido una gran tirada (13,500 km) a un ritmo bajo (05:22 mkm), supongo que por los constantes cambios de altura, pero menos da una piedra y algo más hemos metido a las piernas. Bebemos, estiramos y ya en casa colgamos los jamones. Mañana más.
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