/* */ tortugas veloces: Calma
__

13 septiembre 2012

2

Calma

Compártelo...
Por Sergio de Dios González

Siempre he pensado que los corredores -y en general creo que los deportistas- nos pasamos mucho tiempo comunicándonos con nuestro cuerpo. Escuchándole. Preguntándole cómo estás.

Y de la misma forma que hablamos, confiamos en él. Para terminar las series o el rodaje que hoy tenemos programado. Y hay pocos días que nos falle, pero cuando lo hace temblamos. Siempre hay algo que nos molesta, hoy el tobillo, mañana la rodilla, pasado la planta del pie.

Cuando empiezas a correr casi todas estas molestias te parecen iguales; se marchan cuando llevas corriendo diez minutos y sino un par de días de descanso y vuelta a nuestro trote amigable. Pero cuando llevas más tiempo, cuando ya te has cruzado con un par de lesiones serias. Ya no todos los dolores son iguales.

Si te rompes muscularmente lo notas al momento. Simplemente es un pequeño tirón al estirar o encoger la pierna y con el que puedes seguir corriendo si quieres, dado que tu cuerpo está caliente pero que cuando enfríe te confirmara que como mínimo te toca parar dos semanas. Entonces te lamentas del mal calentamiento, de no haber trabajado la flexibilidad con la voluntad con la que has cuidado otros aspectos, de haberte dejado llevar por la ansiedad, de no haber podido correr el día anterior porque has tenido que ir con alguien a urgencias y haber intentado hacer el doble hoy. Te lamentas y lo aprendes, a la primera o a la segunda, pero lo aprendes por tu bien.

Te das cuenta de que empiezas a ser un pequeño veterano cuando cuidas el calentamiento más que el resto del entrenamiento. Cuando te das cuenta de que no te quita fuerzas para la parte central y de que comenzar a un ritmo más lento y tener calma no va a condenarte a él durante toda la sesión. Si eres alguien que va cómodo a 4:30, vas a seguir yendo si empiezas el entrenamiento a 5:00. Sólo se trata de controlar la ansiedad, de tener confianza y de retener al cuerpo unos minutos.

Si aparece esa molestia que te lleva acompañando durante toda tu vida de corredor sabes lo que tienes que hacer. Ese día, estiras un poco más, vuelves al fisioterapeuta a por un par de masajes, sacas el hielo de la nevera, etc. Pero sabes que podrás seguir corriendo y si no sabes cómo hacerlo en breve, porque ese incordio es como el amigo que conoces desde la infancia y sabes donde a él también le duele.

Quizá los peores dolores son aquellos que al principio calificas como temporales: de esos que se van como cuando empezaste a correr. Se disfrazan y te hacen pensar que se desaparecerán con el tiempo, bajando un poco el ritmo o con un día romántico en favor de la amada. Son ellos los que juegan contigo, porque cuando empiezas a correr se van, pero al día siguiente vuelven más o menos intensos. Y al cabo de unos días paras, porque el dolor se ha hecho insoportable o porque ha ganado a tu paciencia (sabes que puedes seguir corriendo con él, pero no lo controlas, te provoca ansiedad y temes que en el fondo pueda ser algo grave). Y entonces empiezan los experimentos: paro más tiempo, corro menos tiempo, busco un antiinflamatorio, hielo tres veces al día, supercalentamiento y estiramientos suaves pero a conciencia. Y el dolor sigue mientras te mina la moral, también puede desaparecer pero no es lo más común (hay veces que toca la lotería, tal cual, porque si nos pasa eso, el día que podemos volver a correr sin dolor y nos damos cuenta que no hemos perdido demasiado de nuestro estado de forma nos dan ganas de celebrarlo como si de un gordo navideño se tratase). Lo más común es que tengamos que ir al médico, que el asunto no sea fácil de diagnosticar ni de tratar y que nos toque armarnos de paciencia porque es una de esas lesiones con pronóstico incierto. Llámalo fractura por estrés, tendinitis, fascitis, etc.

Con el tiempo aprendes que lo mejor para evitar estas lesiones es la calma, la cabeza. Pedirle siempre un poquito menos a tu cuerpo de lo que puede dar. Cuidar la recuperación después de las competiciones y dejar el máximo para ellas y no intentar sacarlo entrenamiento tras entrenamiento. Hacer días de descanso activo, en los que eches dos carreritas suaves al lado de tu casa o hagas media hora de bici. Frenar un poco al cuerpo los “días felices” y mimarlo un poco más aquellos que tienes algún tipo de de sensación de debilidad. Saber parar un entrenamiento cuando aparece alguna molestia cuando aún te queda parte del tiempo que habías programado (una molestia en caliente merece respeto). Buscar un correr eficiente, de manera que nuestra musculatura termine con el suficiente grado de entereza como para tener una zancada fluida y fuerzas para seguir un poquito más; de esta forma no modificaremos nuestra manera de correr, haciendo que aparezcan lesiones por nuestra pisada o movimiento defectuoso.

Debemos ser consientes de que si bien son las series o los entrenamientos de calidad los que hacen mejorar nuestro rendimiento difícilmente lo van a poder hacer si no los/las podemos hacer correctamente. Conocer que la mejora es algo que necesita su tiempo y recorrido, como o más que el buen vino, es la mejor arma para mejorar nuestras marcas. Saber tener un paciente y sereno diálogo con nuestro cuerpo al final es la mejor garantía de que vamos a tener la oportunidad de hacerlo.

Sergio de Dios González


2 comentarios:

  1. Completamente de acuerdo aunque reconozcamos que casi es más dificil entrenar sujetar la ansiedad que hacer series, a ver si aprende "alguno", esperemos que este año nos respeten las lesiones o por lo menos que sepamos "sujetarnos" cuando notamos alguna señal rara, gracias.

    ResponderEliminar
  2. Muy bien chicos! Venga que este año no quiero tener quue veros en la clínica! si acaso para un masaje suave casi casi de relax de esos que no se nos dan muy bien a los de mi gremio. ;) animo y a por ello

    ResponderEliminar